En El Artista en el Estudio, obra clave dentro de la colección Estudio, asistimos a una relectura inteligente y sutil del autorretrato. Aquí, el artista no se representa a sí mismo en una imagen cerrada o icónica, sino que se dispersa en fragmentos: una mano, un pie, un trazo suspendido. No hay escena narrativa ni representación directa. Lo que se presenta es la atmósfera del hacer, el instante mental y corporal del artista en su estudio.
La obra propone una mirada íntima y a la vez universal del momento creativo. Como en los gestos suspendidos de Cy Twombly o las exploraciones gráficas de Henri Michaux, lo importante no es el resultado final, sino el trayecto: líneas que vacilan, colores que se superponen sin jerarquías, formas que titubean con honestidad. Hay una poética de lo inacabado, de lo efímero, de lo que apenas comienza a ser. Cada imagen es una hipótesis visual.
Los hexágonos cromáticos —formas cerradas, pero nunca rígidas— funcionan como pequeñas cápsulas de introspección: espacios simbólicos donde el pensamiento toma cuerpo. Aislados y silenciosos, remiten a la figura del anacoreta que menciona el propio artista en su texto, pero lejos de cualquier tono solemne. Aquí, la fragilidad del trazo es una declaración de principios: se trabaja con la duda, se abraza el error como posibilidad.
La pieza se inscribe en una sensibilidad contemporánea que valora el proceso por encima del acabado, la huella por encima de la imagen. En este sentido, dialoga con prácticas como las de Marlene Dumas o Francis Alÿs, donde la presencia del autor se manifiesta más en la actitud que en la figura. No es casual que la única corporalidad visible sea aquella que sostiene (el pie) o insinúa el acto (la mano). Es el gesto lo que se convierte en autorretrato.
El Artista en el Estudio ofrece así una reflexión visual precisa y fresca sobre el oficio del arte. No desde el espectáculo, sino desde la intimidad del pensamiento plástico. En tiempos donde predomina la sobreproducción de imágenes, esta obra se detiene, respira, duda. Y en ese gesto silencioso encuentra su fuerza: una propuesta singular, profundamente contemporánea, que deja espacio al coleccionista, al curador y al espectador para entrar en ese estudio y compartir, por un instante, el lugar del artista.