Jesus Tejedor

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Cómplices

Cómplices: Arte, frontera y ósmosis ideológica. “Cómplices” indaga en las tensiones contemporáneas entre separación y conexión, entre frontera y contacto. La obra, desde su título, alude a una relación íntima y ambigua, donde lo compartido no está exento de conflicto. Este doble juego entre lo que se une y lo que se separa se articula visualmente mediante una composición minimalista: líneas sinuosas que delinean una mano y un pie, figuras humanas básicas, pero cargadas de simbolismo, emergen de1 Cómplices: Arte, frontera y ósmosis ideológica.
“Cómplices” indaga en las tensiones contemporáneas entre separación y conexión, entre frontera y contacto. La obra, desde su título, alude a una relación íntima y ambigua, donde lo compartido no está exento de conflicto. Este doble juego entre lo que se une y lo que se separa se articula visualmente mediante una composición minimalista: líneas sinuosas que delinean una mano y un pie, figuras humanas básicas, pero cargadas de simbolismo, emergen de campos cromáticos vibrantes (rojo, amarillo, verde), cada uno delimitado con bordes irregulares, como si fueran territorios de una cartografía emocional o política.
Formalmente, la obra apela a la abstracción simbólica. Los colores planos remiten al legado del fauvismo y del simultaneísmo de Robert Delaunay, pero sugiere también el “push and pull” de Hans Hofmann, donde el color genera profundidad y tensión. La economía de formas recuerda a los planteamientos del minimalismo estadounidense de los años 60, en particular a la obra de Ad Reinhardt, cuyo radicalismo formal buscaba la esencia absoluta de la pintura. Sin embargo, a diferencia de ese ascetismo visual, aquí se despliega una narrativa latente.
“Cómplices” se inscribe en una tradición que podríamos rastrear desde Platón hasta Zygmunt Bauman. La “ósmosis de ideas” evocada en el texto curatorial, se corresponde con el concepto platónico de participación, donde lo múltiple converge en una unidad ideal. Pero también con la dialéctica hegeliana, donde los contrarios se enfrentan para sintetizarse en una nueva forma. Así, la obra representa no sólo un punto de contacto entre cuerpos o sujetos, sino una zona de fricción simbólica: un territorio compartido donde los radicalismos se contaminan, donde las identidades se diluyen en la interacción.
El componente social emerge con fuerza en la metáfora de la red hexagonal, una alusión al mapa de Francia y a su historia colonial y fronteriza. Las “redes metálicas” que “delimitan la libertad, la prisión, la frontera” hacen referencia a los dispositivos modernos de control: desde las vallas fronterizas hasta los discursos nacionalistas. Aquí, la pintura funciona como contra-mapa: revela que incluso allí donde se alzan muros, existe permeabilidad. En esta obra, las fronteras no son muros absolutos, sino membranas porosas: lo simbólico, lo ideológico y lo emocional traspasan, se infiltran, se mezclan.
Esta dialéctica visual y conceptual recuerda también a Mijaíl Bajtín y su noción de polifonía: distintos discursos coexisten en tensión, sin anularse. Cada figura, cada color, cada trazo en “Cómplices” participa en esta polifonía visual, sugiriendo que la obra no impone una verdad, sino que invita a la reflexión compartida.
Esta serie es una meditación sobre los límites tanto físicos, como ideológicos y afectivos, que nos separan y, paradójicamente, nos conectan. A través de una estética contenida, se nos invita a mirar de nuevo nuestras propias complicidades: con el poder, con el otro, con el muro y con el paso. Como dijera Italo Calvino en Las ciudades invisibles, “las fronteras de una ciudad no están donde acaban sus murallas, sino donde el imaginario la sostiene.” Así, las fronteras ideológicas son imaginarias, por tanto, transformables.

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